viernes, 26 de agosto de 2016

La Guillotina : El Invento del terror PARTE 2

El mecanismo de Guillotin

Guillotin no ponía en cuestión la pena capital. Su propuesta consistía en igualar las penas y a la vez humanizar su aplicación. Para ello, propuso extender el método de la decapitación, hasta entonces privilegio de la aristocracia, a los reos de todas las clases sociales. Al mismo tiempo, a fin de evitar los inconvenientes y errores que a menudo cometían los verdugos en el uso del hacha o de la espada, proponía emplear un aparato «cuyo mecanismo cortaría la cabeza en un abrir y cerrar de ojos». La referencia de Guillotin a este «mecanismo» de decapitación dio enseguida mucho que hablar, pero es errónea la creencia común de que él fue el inventor de lo que conocemos como guillotina. Desde al menos el siglo XVI se utilizaban artilugios parecidos en diversos países de Europa, si bien no parece que fueran muy habituales, y en todo caso estaban reservados a los reos de clase alta. Guillotin pensaba seguramente en la posibilidad de perfeccionar uno de ellos, tarea que finalmente recaería en otro personaje.
3º. A todo condenado se le cortará el cuello». De este modo, la igualdad ante la ley se extendía también a la cuestión penal
En el marco de los debates sobre el nuevo código penal, el 30 mayo de 1791 el diputado Louis-Michel Lepeletier de Saint-Fargeau dio un paso más allá y propuso sin más la abolición de la pena de muerte. Su amigo Robespierre fue de los pocos (se podrían contar con los dedos de una mano) que apoyaron esta medida humanitaria. Pero el esfuerzo de ambos fue inútil: el 1 de junio de 1791, la inmensa mayoría de los diputados votó por la pena capital. Lepeletier de Saint-Fargeau no se desanimó y dos días más tarde propuso la adopción del principio de igualdad también ante la pena capital: «A todo condenado a muerte se le cortará la cabeza». La redacción final del código, aprobado el 25 de septiembre de 1791, dice en sus artículos 2º y 3º: «2º. La pena de muerte consistirá en la simple privación de la vida, sin que nunca se pueda ejercer ninguna tortura hacia los condenados. 3º. A todo condenado se le cortará el cuello». De este modo, la igualdad ante la ley se extendía también a la cuestión penal.

Eficacia mortífera

En marzo de 1792, la Asamblea Legislativa, en cumplimiento del nuevo código penal, encargó al médico cirujano Antoine Louis, secretario perpetuo de la Academia de Cirugía, la elaboración definitiva del nuevo aparato para realizar las ejecuciones. Louis y su colaborador Tobias Schmidt, un fabricante de arpas alemán, crearon un artilugio que se inspiraba en los aparatos similares que habían funcionado en otros países europeos, pero mejorando su diseño y su funcionalidad con el objetivo de aminorar al máximo el dolor. La aportación principal de Louis fue el modelo de hoja con filo oblicuo, «para que corte limpiamente y alcance su objetivo», según afirmó él mismo. Sin embargo, tanto Louis como Guillotin terminaron lamentando que su nombre quedara asociado a la nueva invención, que pronto fue conocida como louison o louisette y, más comúnmente, guillotina.
El prototipo estuvo construido en dos semanas, y enseguida se probó en cadáveres de animales y de personas. Finalmente, la guillotina se instaló en la plaza de Grève, frente al Ayuntamiento de París, y fue allí donde el 25 de abril de 1792 Nicolas-Jacques Pelletier, condenado por robo a mano armada, se convirtió en el primer ejecutado mediante el nuevo procedimiento. El artilugio parecía destinado a suplir a los verdugos en estos casos de delincuencia o criminalidad común. Pero apenas unos meses después, el 21 de agosto de 1792, fueron llevados ante la guillotina dos reos políticos: dos servidores de Luis XVI, que había sido depuesto del trono tras la insurrección del 10 de agosto, a los que se acusaba de actividad «contrarrevolucionaria». Desde ese momento, bajo un régimen de gobierno revolucionario que duraría hasta la caída de Robespierre casi dos años más tarde, la guillotina se convirtió en el instrumento –y el símbolo– de la política de «terror» que la Revolución desencadenó contra sus enemigos interiores –los aristócratas y otros partidarios del Antiguo Régimen– y como reacción frente a la amenaza de las potencias absolutistas vecinas.

La Guillotina : El invento del Terror PARTE 1

En 1789, el médico Joseph Ignace Guillotin propuso un nuevo artefacto para que los condenados a muerte fuesen ejecutados sin sufrimiento y sin discriminación de clase

Los hombres y las mujeres del pueblo eran ejecutados mediante métodos brutales, como la horca, el descuartizamiento o la hoguera
Durante el Antiguo Régimen, las autoridades trataban de conseguir la obediencia a la ley y al rey absoluto a cualquier precio, y para ello recurrían a una justicia ejemplarizante, pensada para atemorizar y escarmentar en carne ajena a la población. Un elemento fundamental de este sistema era la pena de muerte, que se aplicaba de forma habitual y además iba precedida de horribles suplicios para el reo, con el pretexto de arrancarle una confesión.
Se trataba de un castigo profundamente desigual. Por un lado, los aristócratas estaban exentos de la tortura o el maltrato físico o psíquico, y cuando eran condenados a muerte sufrían decapitación, un método rápido y aparentemente indoloro (si lo realizaba una mano experta). En cambio, los hombres y las mujeres del pueblo eran ejecutados mediante métodos brutales, como la horca, el descuartizamiento o la hoguera. Estas ejecuciones solían ir precedidas por las torturas que el juez estimase necesarias y que se llevaban a cabo en público, desde la flagelación y el tormento de la rueda hasta la ruptura de todos los huesos largos del cuerpo o el atenaceamiento, arrancar trozos de carne de diversas partes del cuerpo con unas tenazas.

La pena de muerte a debate

Durante el siglo XVIII, con el triunfo de la Ilustración, muchos juristas y hombres de letras denunciaron el recurso a la tortura, las penas desproporcionadas y los privilegios de la aristocracia; algunos llegaron a pedir la abolición de la pena de muerte. Se puede destacar en este sentido el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire (1763) y De los delitos y las penas, de Cesare Beccaria (1764). Todos ellos inspiraron la obra de la Revolución francesa de 1789. Una de las primeras tareas que emprendió la Asamblea Nacional Constituyente fue la elaboración de un código penal acorde con los principios del derecho natural, y fue en ese contexto en el que se planteó el debate sobre la pena de muerte.
El 10 octubre de 1789, un médico de 50 años llamado Joseph Ignace Guillotin presentó una propuesta para establecer la igualdad ante la ley también en los asuntos de derecho penal: «Los delitos del mismo género se castigarán con el mismo género de pena, sean cuales sean el rango o condición del culpable», afirmaba. Este principio, que ahora parece natural, era revolucionario en Francia y tardó años en ser aprobado en el resto de países.

jueves, 25 de agosto de 2016

CASONA DE TERROR.

Trata sobre un caso de la vida real llevada a la pantalla grande. Esta historia tiene como escenario una casa ubicada en el 112 de Ocean Avenue, en Amityville, Nueva York. La madrugada del 15 de noviembre de 1974, el hijo mayor de la familia DeFeo, de tan sólo 17 años, asesinó a sangre fría a sus padres y hermanos, con un rifle, dejando un total de seis personas muertas. Los investigadores no tenían ningún indicio que les permitiese sospechar de alguien en concreto, hasta que uno de los detectives que recorría las habitaciones de la casa en busca de alguna pista encontró en la pieza del único superviviente dos cajas de cartón de balas para un rifle. Las investigaciones comenzaron a arrojar resultados asombrosos, como un robo que el joven habría cometido contra su abuelo y sus extraños cambios de humor. Después de largos interrogatorios, la policía consiguió la confesión, y el joven fue condenado a 25 años de prisión. Retirada de los cadáveres del asesinato de Amityville. Pero la verdadera historia de Amityville comienza días después, el 28 de diciembre de 1974, veintiocho días después de los asesinatos. Ese día, otra familia, compuesta por el matrimonio de George y Kathy Lutz, se mudó al lugar donde había ocurrido la masacre. La casa, espaciosa y de muy bonita arquitectura, estaba a la venta a un precio excepcionalmente barato, y los Lutz decidieron olvidar los violentos hechos ocurridos con antelación y compraron el inmueble, aunque solamente pudieron ocuparlo 16 días debido a los extraños fenómenos que se sucedían... Desde el primer momento en que ocuparon la casa, el matrimonio y sus hijas pequeñas sintieron una presencia sobrenatural, que se iba haciendo más fuerte cada día. Al principio, se escuchaban ruidos extraños a lo largo del día; luego, comenzaron a aparecer manchas en las paredes y malos olores sin motivo aparente, y las puertas y ventanas se abrían solas. Kathy Lutz agregaría que en reiteradas ocasiones se sintió observada en ciertas partes de la casa, principalmente en las habitaciones, y que una vio unos ojos rojos que la miraban desde la oscuridad a través de la ventana. De repente, comenzó a tener pesadillas repetitivas con los crímenes sucedidos en la casa, pero soñando que las víctimas eran los componentes de su familia. La supuesta entidad que habitaba la vivienda trató incluso de apoderarse de los cuerpos de sus residentes, manipulándolos a su propia voluntad y obligándolos a cometer actos de naturaleza violenta, algo en lo cual los Lutz nunca han querido ahondar. A los pocos días de habitar el lugar, el matrimonio se convenció de que la casa estaba poseída por una presencia demoníaca y recurrió al sacerdote de la iglesia más cercana, quien contaría después que al tratar de bendecir la casa, escuchó una voz que lo echaba, una voz que surgió de la nada desde la planta más alta de la casa y que gritó: ¡¡¡ LARGATE DE AQUÍ !!!. Según los relatos de la época, cuando el sacerdote ingresó a la casa, el ambiente se llenó de un olor putrefacto y una nube de moscar invadió el lugar. El religioso debió luchar con una fuerza física que le impedía acercarse a la casa y finalmente fue violentamente expulsado. La visita del sacerdote marcó el punto en que los sucesos paranormales se incrementaron, George empezó a sentir presencias extrañas también, e incluso sentía miedo a abrir los grifos pues suponía que una presencia maligna podía salir de ellos si abría la llave de paso. Las alucinaciones se hacían más comunes y la desconfianza en la familia se acrecentaba, George afirmaba que su mujer se estaba transformando en una bruja pues, según él, se le estaban cayendo los dientes y el pelo. Tal punto que los Lutz debieron abandonar para siempre la casa, que desde entonces se encuentra deshabitada y sobre la cual pesa el estigma de la leyenda de Amityville.
Posiblemente algunos ya vieron la película, pronto mas historias.




sábado, 20 de agosto de 2016

Las Casonas de Terror !

Quieres tener miedo? Sólo lee las historias de esta nota.
Todos hemos tenido miedo alguna vez de las famosas casas embrujadas: los ruidos de la madera crujiendo, puertas que se abren y cierran, hasta imágenes de niños o mujeres en las ventanas son cosa que realmente aterran. Hablo por experiencia propia porque ya suceden bastantes cosas en mi casa y en verdad, es algo que nunca me ha dejado dormir tranquila.
Es por eso que hice esta lista de las 10 casas más famosas que están embrujadas. Distintas historias de muertes o desapariciones, son las que componen estas impresionantes pero terroríficas casas. La que más conozco es Amityville, antes de ver la película o incluso saber de ella, mi mamá me mostró una foto: ella estuvo ahí hace años.

1. Casa Winchester, California, EE.UU.

La dueña original de esta casa se llamaba Sara Winchester y quería que estuviese embrujada: después de la muerte de su esposo, se encontraron pasillos como callejones sin salidas, pasadizos secretos y murallas que se mueven, todo para confundir a los malos espíritus.